Ideas de inversión

Fin de la globalización y retorno de la inflación

Jesús Sánchez-Quiñones

Consejero Director General

Lo mismo que la globalización tuvo un efecto deflacionista o depresor de los precios, la desglobalización a la que el mundo se dirige es inflacionista. Los bajos niveles de inflación desde el año 2000 no se deben a la actuación de los bancos centrales, sino principalmente a los efectos de la globalización de la economía.

Tras la caída del muro de Berlín y el fin de la "Guerra Fría", Occidente comenzó a trasladar un elevado número de sus fábricas a países con menor coste de producción, entre ellos menores costes de mano de obra. Se logró reducir considerablemente el coste de fabricación de muchos artículos y aumentar los beneficios de las multinacionales. Los países receptores de todas estas inversiones se vieron favorecidos y lograron una considerable mejora del nivel de vida medio de sus poblaciones.  

A su vez, el fuerte desarrollo de China y otros mercados emergentes amplió en cientos de millones el número de personas que alcanzaban un nivel de vida que les permitía ser nuevos consumidores demandantes de productos. La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) facilitó las importaciones y exportaciones del gigante asiático.

La ruptura de las cadenas de producción y suministro durante la pandemia del covid, las sanciones a Rusia y la cada vez más intensa guerra comercial entre EE.UU. y China, señalan el camino a una progresiva desglobalización. Ahora prima la seguridad en la producción y disponibilidad de bienes, muchos esenciales. La guerra híbrida con Rusia y la guerra económica con China vuelven a poner sobre la mesa el riesgo geopolítico y la posibilidad de "chantaje" por parte de países productores o exportadores de determinados bienes. La seguridad de abastecimiento es ahora más relevante que el aumento de los precios.

La desglobalización es inflacionista. Hará subir los precios por múltiples razones. Lo mismo que la deslocalización de la producción de bienes suponía una reducción de costes de producción, la repatriación de dichas producciones supondrá un mayor coste de producción y, por tanto, mayor precio de venta. La falta de seguridad en el suministro energético, por una elevada dependencia exterior, añade más incertidumbre a la evolución de la inflación.

Adicionalmente, la ruptura de las cadenas de suministro hace que las empresas hayan pasado del "just in time" al "just in case". Es decir, se pasa de unos inventarios mínimos, produciendo sólo lo justo en cada momento, a tener que soportar más costes por la necesidad de disponer de reservas de inventario de los distintos elementos necesarios para la producción de cualquier producto.

Esta desglobalización es un hecho, como lo demuestra la ley aprobada en EE.UU. "CHIPS Act", que destina 52.000 millones de dólares para construir en su territorio una industria doméstica de fabricación de semiconductores y favorecer la innovación.

Frente a un aumento de la inflación motivado por un aumento de los costes energéticos o por los efectos de la desglobalización, poco pueden hacer los bancos centrales, salvo deprimir aún más la demanda, sin aportar ninguna solución al problema de fondo.