Cualquier avance científico o tecnológico puede ser utilizado para el progreso de la humanidad y aumentar el bienestar de la población o para fines menos loables. El "Sistema de Crédito Social chino" (Social Credit System - SCS), es un ejemplo de uso de la tecnología por parte del estado del gigante asiático que puede llegar a ser perverso, coartando la libertad de los ciudadanos y llevándolos a una situación distópica propia de la película 1984 de George Orwell.
Mediante el SCS cada ciudadano y cada empresa tiene una calificación numérica (de 600 a 1300) y una nota (A, B, C o D). Dicha nota irá aumentando o reduciéndose en base al comportamiento de cada sujeto conforme a las directrices marcadas por el estado chino. La nota mide el nivel de "credibilidad" de cada individuo o empresa en la sociedad china.
El SCS recopila datos de cada ciudadano de fuentes "tradicionales", como su historial financiero, sus antecedentes penales, incluidas multas de tráfico. Adicionalmente, incorpora datos de fuentes "digitales", incluyendo su historial de búsquedas en internet, sus preferencias de compras online y sus interacciones en redes sociales. El sistema también incorpora información procedente de los millones de cámaras de videovigilancia instaladas en las ciudades y carreteras chinas, gracias a su desarrollado sistema de reconocimiento facial.
El sistema monitorea, evalúa y regula el comportamiento financiero, social, moral y "político" de los ciudadanos y empresas chinas, a través de un mecanismo de castigos y recompensas. El gobierno chino considera el sistema una herramienta imprescindible para dirigir la economía y la sociedad china.
Una buena nota en el SCS permite, entre otras cosas: tener prioridad en el acceso a colegios, universidades o empleos; mayor facilidad para promocionar en el trabajo; mayor facilidad de acceso a créditos financieros; transporte público más barato; menores listas de espera en hospitales; adelanto en las listas de espera para una vivienda pública; o incluso reducción de impuestos.
Por el contrario, una mala nota en el SCS puede llevar aparejado: la denegación de todo tipo de permisos, de licencias y de acceso a determinados servicios públicos; la imposibilidad de sacar billetes de avión o de trenes de alta velocidad; menor acceso al crédito; inteligibilidad para cualquier trabajo público; la negación de acceso a los mejores colegios, universidades y trabajos; y para remate el "escarnio público", al publicar online y en pantallas en la calle las fotos, los nombres y los DNIs de los ciudadanos que han caído en la lista negra. Estas personas incluso tienen un tono en sus llamadas de teléfono para advertir a los ciudadanos que están llamando a una persona "deshonesta".
Como es fácil adivinar, este sistema no podría funcionar sin la tecnología. La gestión de cientos de millones de datos es esencial para el SCS. La tecnología de reconocimiento facial permite procesar datos de más de 200 millones de cámaras instaladas en China. El desarrollo de la Inteligencia Artificial puede hacer la mayor parte del trabajo al gobierno, al obtener patrones de comportamiento, catalogar a millones de individuos simultaneamente y evaluar en tiempo real conductas que suman o restan puntos.
El sistema todavía no está implementado completamente a nivel nacional, sino sólo en determinadas ciudades piloto. El objetivo del gobierno chino es acabar monitorizando el comportamiento del 100% de sus ciudadanos y de sus empresas. La mejora de la capacidad tecnológica en el análisis de datos y el desarrollo de la Inteligencia Artificial son fundamentales para el despliegue de este orwelliano sistema de crédito social. El siguiente paso será la implantación del yuan digital "programable", vinculando la capacidad de utilización del dinero de cada persona a su propia nota en el SCS.
Como se ha visto en el caso de la intervención de las autoridades chinas en empresas como Alibaba, tras una conferencia de su fundador en la que mostraba un punto de vista de determinadas políticas distintas a las del gobierno chino, los criterios y los principios utilizados en el gigante asiático son distintos a los empleados tradicionalmente en occidente.
En China el gobierno es quien tiene y analiza los datos. En occidente, quien tiene los datos de cada uno de los ciudadanos son las grandes tecnológicas: Amazon, Google, Apple, Microsoft, Meta (Facebook), Netflix o Twitter. Saben qué compramos, qué buscamos, dónde vamos, qué opinamos, quiénes son nuestras amistades y qué películas vemos. Otra cosa es el uso que se haga de dichos datos.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, director general de Renta 4 Banco.