Las palabras del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, con motivo de las negociaciones con China, reflejan las debilidades de la situación de la economía del gigante asiático: “Si Pekín se compromete a rebalancear su economía hacia el consumo interno y retira las restricciones a la exportación de los minerales críticos, no habrá aranceles”.
China necesita exportar masivamente para conseguir el crecimiento deseado de su economía. Su economía interna adolece de serios problemas.
El sector inmobiliario ha representado entre el 25% y el 30% del PIB chino en las últimas décadas. Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria china, hace casi cinco años, la confianza del consumidor y el consumo interno se han resentido sensiblemente. De forma agregada, los hogares chinos tienen un 63% de su riqueza en el sector inmobiliario. La inversión inmobiliaria lleva años cayendo y los precios de los inmuebles todavía no han tocado suelo. En los quince años siguientes a 2008 se vendieron un 30% más de viviendas que el número de nuevos hogares que se formaron en dicho periodo. A junio de 2024, las casas sin vender, los proyectos sin terminar y los terrenos sin utilizar ascendían a una valoración total de 4,1 billones de dólares (trillones estadounidenses). Todavía queda un largo recorrido para digerir las consecuencias de la burbuja inmobiliaria.
Por su parte, las inversiones en manufacturas y en infraestructuras han dejado de crecer, contando con una enorme sobrecapacidad en muchos sectores económicos. La única excepción es la inversión en el sector de autos, que no deja de crecer. Ante la gran dificultad de utilizar palancas para el crecimiento interno, la única vía de crecimiento económico es a través de las exportaciones.

Así, el incremento de la producción de autos chinos está dirigido principalmente a las exportaciones. Entre autos y camiones, se espera que este año superen los 7,5 millones de unidades exportadas, esperando alcanzar casi los 9 millones el próximo año. China tiene más del 65% de la capacidad mundial de fabricación de vehículos eléctricos, inundando los mercados internacionales con precios imbatibles. La sobrecapacidad de producción es inmensa.
En el sector de autos, como en muchos otros, China está sustituyendo importaciones de productos extranjeros por la venta de producto nacional. Así, las importaciones de autos apenas alcanzarán ahora el medio millón de unidades anuales, la mitad que en 2021. Los principales damnificados de este movimiento son las automovilísticas alemanas.
Su sobrecapacidad de producción en muchos sectores le permite ofrecer unos precios inalcanzables para el resto de los fabricantes, especialmente para los europeos y estadounidenses. Adicionalmente, el yuan se ha depreciado cerca de un 10% durante este año frente al euro, haciendo todavía más baratos los productos chinos.
La UE recibe cada vez más importaciones de China, que ya suponen el 15% de sus importaciones y creciendo, mientras que la cuota de importaciones chinas desde la UE no alcanza el 10% y tiende a la baja. Se podría decir que, en parte, China está creciendo con sus exportaciones a expensas del crecimiento de la UE, y del resto del mundo. En términos de volumen, solo en septiembre, China exportó un 35% más de autos que el mismo mes del año anterior, un 15% más de acero y apenas un 1% más de tierras raras.
El comentario de Scott Bessent refleja esta situación de la economía china, que, ante la debilidad de su demanda interna y con una gran sobrecapacidad en muchos sectores, se ve obligada a exportar como válvula de escape. La exigencia a las autoridades chinas de fomentar su demanda interna llevaría aparejada una nueva ronda de estímulos monetarios y fiscales. De nuevo, la solución aportada supone más liquidez a nivel global, que siempre es bienvenida por los mercados financieros.