Si, como dijo Arthur C. Clarke en 1962, “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, tal vez debamos convenir en que la Inteligencia Artificial tiene mucho de magia, o al menos así nos lo parece al cada vez mayor número de usuarios de las diversas plataformas de IA que compiten por atraer nuestra atención.
Pero lo más interesante es que esa magia se ha contagiado a los mercados financieros y a las bolsas, y está detrás del espectacular ciclo alcista que ha llevado al S&P a una subida superior al 80% desde octubre de 2022, fecha en la que se inició el actual ciclo alcista, tras subir un 24,2% en 2023, un 23,3% y cerca de un 20% este año 2025. La subida es aún más espectacular si consideramos que en el trienio 2019-2021 el S&P también se anotó fuertes subidas que se vieron interrumpidas con la caída del 20% en 2022.
Pocos periodos en la historia bursátil acumulan ganancias consecutivas tan elevadas, aunque en esta ocasión haya habido, como decíamos, esa corrección intermedia de 2022. Para ver trienios similares al actual tendríamos que remontarnos a la segunda parte de los noventa del pasado siglo, la llamada época de la “exuberancia irracional”, cuando el S&P tuvo ganancias superiores al 20% en cada ejercicio desde 1995 hasta 1999, ambos incluidos; o al 2012-2014, aunque en ese caso las subidas fueron menores; o al trienio entre 1950 y 1952; o, más atrás, a los tres años previos al ‘crash’ bursátil de 1929, en los felices años veinte, cuando Wall Street subía alegremente, ajena a cualquier inquietud e impulsada por nuevas tecnologías (radio, automóviles, electricidad...) y por un acceso fácil al crédito.
De todos esos periodos de fuertes subidas, tal vez el más similar al actual es el quinquenio que va desde 1995 a 1999, que hoy por hoy es la racha más larga de la historia del S&P con subidas superiores al 20%. La similitud es grande porque en ambos casos la magia tecnológica ha sido el factor principal que ha estado detrás de las subidas. En aquel momento esa magia la trajo la aparición de Internet y hoy la magia es la IA.
La diferencia, que no es pequeña y que se ha convertido en el argumento principal de los alcistas, es que en los noventa muchas empresas no tenían beneficios, mientras que las grandes tecnológicas de 2024 generan flujos de caja masivos. Pero además hay otra diferencia, y es que hoy existe un motor adicional muy potente que está detrás de las subidas de las bolsas, y ese factor es la explosiva combinación de políticas monetarias y fiscales muy expansivas, que se retroalimentan impulsando el crecimiento económico. Los niveles de deuda pública y de déficit público no tienen nada que ver con los de finales de los noventa, cuando el entonces presidente Bill Clinton alardeaba de haber conseguido el superávit fiscal en Estados Unidos. La deuda con la que se han financiado los déficits ha sido generosamente financiada por los bancos centrales a través de la compra de bonos del Tesoro (QE), una técnica novedosa que introdujo Bernanke en 2010 y que ha llegado para quedarse.
Impulsadas por esa doble magia, la de la IA y la del fuerte impulso de las políticas monetarias y fiscales, con la “Big Beautiful Bill” en Estados Unidos y con el plan alemán de gasto en defensa en Europa, las bolsas están terminando bastante bien 2025, un año que, sin duda, pasará a la historia de las bolsas por muchos motivos. Esta última semana, que ha sido semifestiva y en la que el volumen se ha reducido notablemente, ha sido la mejor del mes para los índices norteamericanos, con el S&P subiendo un 1,4% y el Dow Jones y el Nasdaq subiendo un 1,2%. En Europa, el Eurostoxx ha subido un 1,2%, el Dax un 1,1%, el Cac un 0,4% y nuestro Ibex ha vuelto a ser el mejor con una subida semanal del 1,5%. El Nikkei, por su parte, ha subido un 1,7% y la Bolsa de Shanghái un 1,8%. Todo ello acompañado en el caso del S&P y del Nasdaq de nuevos máximos históricos.
Es inevitable y además comprensible que muchos analistas prestigiosos como Ray Dalio, Nassim Taleb o el tan citado Michel Burry emitan señales de alerta ante tanta complacencia de los inversores, y muestren las similitudes entre el actual momento bursátil y el de los periodos históricos previos a las grandes correcciones o derrumbes de los mercados. Y, sin embargo, la sensación es que, independientemente de que haya correcciones del cinco o del diez por ciento o incluso del veinte por ciento, que las habrá, el buen tono de los mercados va a seguir en el 2026, por lo menos en la primera parte.
Los motivos para pensar así son variados:
En primer lugar, la economía, que no da síntomas de recesión sino todo lo contrario, como se ha visto con el PIB del tercer trimestre de Estados Unidos, publicado el pasado martes, que ha sorprendido al alza con una subida del 4,3% en lugar del 3,2% que había previsto el consenso de economistas. Es el mayor crecimiento de la economía norteamericana en dos años. Las previsiones del FMI y otros organismos internacionales apuntan a un crecimiento en 2026 del 1% en la zona euro, del 2% en Estados Unidos, del 4% en emergentes, incluida China, y del 3% a nivel global. Incluso Japón crecerá, según el FMI, aunque un moderado 0,6%. Esa previsión podría mejorar en Europa con la reconstrucción de Ucrania si se consigue el anhelado acuerdo de paz y con el impulso a la inversión y a los mercados de capitales que anuncia Bruselas. En Estados Unidos, el gasto público no parece que pueda ir a menos dadas las elecciones de mitad de mandato (midterm) en noviembre. El escenario de fondo apunta, por tanto, a ese nuevo ciclo de crecimiento global del que venimos hablando en los últimos comentarios, un crecimiento moderado pero positivo.
A nivel bursátil, las señales que nos deja 2025 son igualmente buenas. Es verdad que en muchas tecnológicas hay sobrevaloración, tal vez incluso burbuja en algunas de ellas, sobre todo de las vinculadas a la IA. Pero hay dos matices a esa posible sobrevaloración. El primero es que la dinámica de la innovación es que las compañías ganadoras se quedan con la parte del león del mercado, y por ello la sobrevaloración no será generalizada, ya que al menos en las ganadoras estaría justificada por ese dominio tan grande del mercado. La segunda es que no solo han subido las tecnológicas. Han subido también mucho los bancos, como bien sabemos en España, y han subido mucho algunas empresas vinculadas a la llamada economía real, no solo en las bolsas europeas, también en las norteamericanas. Algunos ejemplos serían, en Europa: Rheinmetall, Indra, ACS o ArcelorMittal; y en Estados Unidos: Caterpillar con un alza del 60%, Johnson & Johnson, que ha subido un 43%, American Express con el 28% de subida o Walmart con el 24%.
Es especialmente significativa, a nuestro juicio, la subida del sector financiero, con la banca a la cabeza, porque dada la íntima interconexión de la banca y la macroeconomía, lo que nos está indicando esa subida es que los mercados apuestan por una situación económica saludable en los próximos años. El sector bancario en Europa ha subido un 66% en 2025, y en Estados Unidos, Citigroup ha subido un 70%, Goldman Sachs un 58%, Bank of New York Mellon un 53%, Morgan Stanley un 53% y JP Morgan un 36%, por citar solo algunos.
No es, por tanto, solo la Inteligencia Artificial lo que ha subido, aunque ciertamente la IA es el motor último de las subidas estos últimos dos años, igual que Internet lo fue a finales de los noventa, y, asimismo, la IA y su impacto en la productividad, en el crecimiento y en la mejora de la economía son, sin duda, la razón última por la que los mercados están apostando de forma tan entusiasta por el futuro. Es decir, la IA es el motor, pero el resto de la economía está cogiendo tracción propia.
A partir de ahí, tratar de adivinar dónde estará el S&P, o el Ibex, o cualquier otro índice el 31 de diciembre de 2026 es una tarea obligada para los servicios de análisis y necesaria para tener una hoja de ruta con la que entrar en el 2026, pero no deja de ser un ejercicio un tanto estéril a la hora de garantizar nuestro éxito en las inversiones, aunque podría dar juego para los ahora tan de moda “mercados de predicción” (prediction markets) que algunos operadores financieros como Robin Hood han incorporado a su oferta de productos como si fuese un activo de inversión más.
La mayor parte de los analistas son positivos, yendo las apuestas sobre el nivel del S&P a fin de 2026 desde los 7.300 puntos de Bank of America hasta los casi 8.000 puntos que proponen firmas como Goldman Sachs, Morgan Stanley o Deutsche Bank. Pero terminen donde terminen, las bolsas darán muchas vueltas antes de llegar ahí, como las han dado este año y, además, es previsible que el giro desde la tecnológicas hacia valores de calidad tradicionales continúe, porque la IA tendrá su momento “show me the money” en 2026, sobre todo con los grandes IPOs previstos de Anthropic, Open AI y Space X. Asimismo, pensamos que continuará la entrada de dinero en “small caps” y en emergentes.
Nos inclinamos más bien a pensar que 2026 terminará con subidas, porque al final la única verdad de las bolsas son los resultados, el flujo de beneficios por el que pagamos hoy un precio en el que descontamos ese flujo futuro de ingresos. Y todo apunta a que las empresas, impulsadas también por la IA, serán capaces de mejorar su productividad y sus beneficios. En ese sentido, un error a evitar en 2026 es el falso dilema entre Estados Unidos y Europa, porque en ambos sitios habrá buenas compañías que se comporten bien en Bolsa, pese al frustrante entorno político que dibuja acertadamente la NSS2025, y también en Japón, que lleva su propio ciclo.
Creemos, sin embargo, que subidas como la del oro y la plata pueden tender a moderarse, aun sin entrar en correcciones fuertes. Desde luego no deja de ser curioso que los mismos que hablan de burbuja en la IA recomienden de forma entusiasta el oro, ya que en cierto modo el inevitable crecimiento de la oferta monetaria es lo que está detrás, en gran medida, de la subida del oro y de la subida de las bolsas, incluidas las tecnológicas, y por ello no se ve muy bien la razón de recomendar fuertemente el oro y a la vez hablar de burbuja en las bolsas. Por esas mismas razones, apostaríamos por el bitcoin y el ether en 2026.
Con esos pensamientos entramos en el 2026, con la expectativa de que la magia continúe, aunque los índices bursátiles se aplanen y aunque no veamos subidas tan espectaculares como las de estos tres últimos años.