El desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en la nueva carrera geopolítica, siendo Estados Unidos y China prácticamente los dos únicos actores destacables. Las prioridades energéticas de la Unión Europea le llevan a quedar descolgada de esta carrera.
El progreso de la IA puede redefinir el balance de poder a nivel mundial, generar industrias productivas completamente nuevas y transformar profundamente nuestra forma de vida y de trabajo. Para Estados Unidos, ser el líder a nivel global en IA es una prioridad estratégica de seguridad nacional.
La Casa Blanca publicó en julio de este año un documento con medidas concretas para conseguir ese liderazgo en el desarrollo e implementación de la IA, facilitando la infraestructura necesaria para el desarrollo de la IA en todos los sectores de la economía.
Para la utilización de la IA es necesario contar con inmensos Centros de Datos (CD), “granjas de ordenadores”, que consumen una enorme cantidad de electricidad para su funcionamiento y de agua para mantener refrigeradas las máquinas.
Aunque los datos varían según las fuentes, se estima que en todo el mundo hay más de 10.000 CD, situándose más de la mitad de ellos en Estados Unidos. A día de hoy, la demanda de electricidad de estos CD de Estados Unidos supone ya el 4% del total de la demanda nacional de electricidad. Se estima que para 2030, la demanda eléctrica por parte de los CD puede triplicar dicho porcentaje.
Estados Unidos es muy consciente de los retos que supone esta nueva carrera geopolítica centrada en la IA. No es casual que el mismo día de toma de posesión de Trump se declarara una Emergencia Energética Nacional, afirmando que “la producción, transporte, refinado y generación doméstica de energía en Estados Unidos no está suficientemente desarrollada para satisfacer la demanda, suponiendo una amenaza para la seguridad nacional, la economía y la política exterior”.
Como consecuencia, se han tomado medidas para agilizar los permisos y las regulaciones que fomenten la producción doméstica de energía, dando un impulso al uso de los combustibles fósiles, a la vez que se fomentan otras fuentes de energía, como la nuclear.
En el plan de acción sobre IA publicado por la Casa Blanca el pasado julio (Winning the Race, America’s AI Action Plan) se establecen las líneas de actuación para acelerar los permisos para la construcción de los CD, y para mejorar la infraestructura energética que permita abastecer a los CD.
A su vez, se pretende mejorar y desarrollar la red eléctrica para que tenga capacidad para absorber el aumento de la demanda eléctrica por parte de los CD. De no hacerlo, podrían sufrir apagones. Otro de los objetivos relevantes del plan presentado por la Casa Blanca es exportar la IA estadounidense a sus socios y aliados, a la vez que se disminuye o neutraliza la influencia de China.
Estados Unidos es muy consciente de que, para lograr su objetivo de liderazgo y desarrollo de la IA, crítico para su crecimiento y posición hegemónica a futuro, es indispensable contar con energía barata y abundante. Estados Unidos está dando pasos firmes para el cumplimiento de este objetivo.
Por el contrario, la Unión Europea parece tener otras prioridades muy alejadas de lograr energía barata y abundante que ayude al desarrollo económico y permita implementar la IA en todas las áreas de la economía. La prioridad de la UE sigue siendo la transición energética, reduciendo el consumo de energías fósiles y disminuyendo las emisiones de CO2, aunque prácticamente se haya quedado sola en el mundo para el cumplimiento de dichos objetivos.
Las consecuencias de estas políticas energéticas tan dispares entre Estados Unidos y la UE serán palpables en el divergente desarrollo de la IA y su efecto en ambas economías.
Por su relevancia, merece la pena desarrollar (en próximos artículos) tanto el plan de actuación de Estados Unidos, como las perniciosas consecuencias de la postura adoptada por las autoridades europeas.